Llora en la paz de la tarde,
mientras mama las arrugas de experiencia.
Pide silencio eterno,
a los ruidos de un viento voraz.
Calla y escucha la brisa,
de su mamá en un cantar.
Muestra en babosas palabras,
lo que un día ha de contar.
Llama al sueño cantando,
como invocando desde viejos escritos.
Inquieta desiste al llanto,
clamando un remanso al mar de morisquetas.
Siente dulzura en sus brazos,
hasta que por si solo se erige.
Brilla cuando antes obscura,
se parecía a una sombra.
......................................................................................_ José Ignacio G.C.