En momentos de deseo incontenible, nace una sensación de determinación que no es conseguida ni comparable con la de ninguna droga. Con esa pizca de sabor en la sangre, se terminan de colorear los más sabrosos tucos, olvidando nuestro estomago débil, la dieta a seguir y las consecuencias de comidas sabrosas en épocas donde el sabor no dice presente. Que momento inolvidable y que olvidable es el momento después de probado el plato si no escogiste bien a tu acompañante de cena. Quien coma el primer bocado obliga a su compañero de mesa, a seguirle hacia la perdición de una boca llena. Y así casi en cadena, marchar juntos a recolectar yuyos, que cambien luego de echa la razón que los apena. ¿Quién no caería rendido?, mira que hermoso platito. Con presentaciones categóricas de comida fina de restorán cinco estrellas. A mí me basta con un poco de aroma a eso. Eso que despierta la sensación de que se acerca ella, se acerca la perdición, se acerca la lujuria, el sentir extremo, se acerca la pizca de sabor. Ella que contamina cada espacio considerado impenetrable, de esos rígidos, con ideales de presidente y normas morales casi de monasterio. En que momento la pruebas, en que lugar la consumes, y con quien compartes su efecto, son cosas que dejas de lado si ya estas contaminado bajo su efecto. También es sabido que es adictiva, una vez la pruebas el sabor de su efecto causan en ti bellos estragos, marcas imborrables en tu memoria, como momentos eternamente duraderos que constan de solo segundos y que se anhelan por mucho mas tiempo. Recuerdo la última vez que sentí su fuerte sabor, lo dejaste salir desde tu piel y vino a mí, buscando la mano que lo esparciera. Esa noche fui chef de nuestra cena, guiado nada menos que por ti a través de sus mandos irracionales. Y si, nos empachamos de cuerpo y sentido, de cama y de piso, de olor y sabor, de pasiones regidas solo por sus ordenes, donde no existen leyes, donde no sobran caricias, donde no se escuchan palabras, donde solo se escuchan ricos gemidos de placer.
....................................................................................._ José Ignacio G.C.
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