... y me recuesto sobre el colchón, presionándolo contra el piso. Ya no pienso en nada y sin embargo todos los pensamientos aparecen sin dejarme en libertad, como lo han hecho durante toda mi vida, o por lo menos durante los últimos 10 años.
Ni en esta situación puedo liberarme de ellos. Espero que cuando todo termine ya no estén.
Mientras cierro los ojos todo es confuso y a la vez pacifico. Siento que estoy haciendo lo correcto.
Coloco mis manos juntas bajo mi cara, adquiriendo una posición muy cómoda.
Ya no siento mis pies, tengo sueño y uno a uno se van yendo los extorsivos pensamientos de mi pasado cercano. Solo recuerdo una imagen, es difícil de quitar. Probable es que sea la única que quiero dejar.
Tu cara. Esa que me da paz al verla, que siempre me apoyó y que ahora no volveré a ver.
Te extrañare pero no puedo sostenerme mas, flaqueo de un lado a otro sin que nadie se de cuenta.
Ya no puedo, no logro mantener mis ojos abiertos. Es hora. ¿Esta será la forma?
Seis treinta de la mañana. Me levanto con fervor. Ah estas tan ansiadas vacaciones.
Apurado por el reloj armo mi mochila alivianada por el mismo apuro. Me despido de mi madre como corriendo y emprendo mi marcha. En un segundo y casi sin darme cuenta me encontraba en la carretera.
Esquivando las gotas de lluvia no dirigíamos a nuestro lugar vacacional, un destino que se había elegido casi por descarte.
El viaje fue placentero, de canto en canto pausados por algún chistoso comentario lanzado con una extraña lucidez mental, quizás impulsada por las ganas de cambiar de ambiente y la emoción de haber podido salir.
Pisando tierras extrañas y algo aturdido por tanta atención prestada al transito, llegue al destino conduciendo nuestro pequeño y blanco transporte de vacaciones.
Apenas llegados debíamos buscar donde hospedarnos. Sin mucha idea de cuanto costaría y cuanto podíamos pagar.
Ya en la zona céntrica luego de algunas de reconocimiento detuvimos nuestra marcha ante un cartel que decía alquilo, a lo que dije – “ Bueno aquí se bajan ustedes, yo manejé”-.
Algo perdidos y sin pensarlo mucho bajan mis amigos a buscar donde quedarnos.
Tras pasar unos cuantos minutos regresan y toman otro camino, ya que de aquella casa de ladrillo, tupida de árboles de jardín en la que golpearon sus manos, no salió nadie.
Después de tararear unos temas apago el reproductor de música y veo a una señora que coloca una bolsa sobre uno de los carteles de alquilo, y detengo mi vista sobre ella. Advirtiendo la situación salgo del auto dejando a una amiga dormitando en el asiento de atrás. En mi apuro salgo descalzo del coche pisando sobre mojado y entrecerrando los ojos por la molesta llovizna. Me acerco a la porterita y comienzo una conversación con la presunta dueña.
Expresándome en un lenguaje adulto y muy educado le pregunte si estaba tapando el cartel porque ya se había alquilado, a lo que ella me respondió insegura de a quien le hablaba, que si, ya había conseguido inquilino. Algo apurado me despido de ella y sin dudarlo me lanzo al interior del auto por la puerta del acompañante, que era la mas cercana a mi.
Ya en el interior, toqueteo los botones de la radio como buscando algún tipo de pasatiempo mientras mis amigos buscaban el preciado lugar de hospedaje.
Luego de buscar emisoras por un par de segundos abandono mi esfuerzo y me limito a escuchar el goteo sobre el techo del auto provocado por el agua acumulada en las hojas de los árboles.
En esa especie de silencio escucho un murmullo, como si alguien me hubiera dirigido la palabra, entonces le pregunto a mi compañera que necesitaba, intuyendo que si éramos solo dos en el auto no había chance de que no fuera ella. Pero apurada me respondió, -“ ¡Te llama la señora!”-. Dudé de su respuesta y rápidamente mire hacia todos los sentidos para intentar entenderla. Al mirar hacia mi derecha la veo, la canosa señora estaba allí parada con su paraguas floreado y precario sobretodo de lana amarronado o quizás mas bien beige. Otra vez salgo del auto aunque ahora se hacían sentir mas las gotas en mi remera manga corta.
Me dirige la palabra y pregunta.
-“¿Disculpa ya encontraron casa?”-, a lo que respondo sinuosamente,
-“No se, creo que no, mis amigos fueron a buscar y no han vuelto”-.
Una extraña confianza sentía al hablar con ella.
-“Es difícil que consigan hospedaje, la mayoría de la gente vino el viernes a alquilar”.
Mientras pensaba una respuesta me decía a mi mismo que ya era sábado y si no conseguíamos casa íbamos a pasar mucho frío acampando.
-“Nosotros no podíamos venir ayer, es que algunos trabajamos”-.
Luego de que ella entendiera la situación comenzó otro nuevo pequeño tema.
-“Es complicado que le alquilen a ustedes, la gente de aquí esta muy acobardada ya no alquilan sus casas a jóvenes y menos si son cinco”-.
Ya totalmente desilusionado creía cada palabra que salía de aquella boca.
Luego de intercambiar ideas con aquella señora durante varios minutos, intento despedirla protegiéndola del frió y la lluvia que se hacían sentir cada ves con mas fuerza, y además se me estaban congelando los dedos de los pies que se encontraban al desnudo. Pero repentinamente me sorprende su actitud y me invita a ver el apartamento sabiendo que ya esta alquilado.
–“Para otra vez”- me dijo entusiasmada.
Sin miedos aunque un poco confundido ingreso al predio dejando atrás la graciosa portera verde.
Ya al cubierto del largo alero de la casa que casi formaba un porche, me abre la puerta e ingresamos al lugar.
Asintiendo a todas las comodidades que me detallaba casi sin prestar demasiada atención miro el interior del mono-ambiente.
Era chico pero cálido, era ampliamente mejor comparado con lo que consiguieron mis amigos una media hora después. Una especie de localcito donde habían colocado varias camas y un baño aunque poseía una gran ventaja, que era la que mas era tomada en cuenta por el grupo, el costo del alquiler.
Pasados varios segundos en el interior del apartamento después de haber sentido un poco del calor que despedía la diferencia de temperatura con el exterior me dispuse a salir de allí.
Después de que activara la cerradura de la puerta empezó una extraña situación.
Beba, así se llamaba, comenzó a contarme una historia increíble, que nunca hubiera imaginado me contara. Comenzó a desmenuzar una historia que le había aterrado durante estos últimos años.
Aquella que guardaba en su interior y no había rozado nunca el exterior. Con gran necesidad de olvidarla, comenzó un desesperado intento por lograrlo, ya que la atormentaba cada noche al sentir la soledad que te hace pensar. Una y otra vez volvía a ella como si no se aburriera de torturarla, como si la persiguiera de por vida. Lanzaba palabras con gran facilidad aun cuando hacia diez minutos nos conocíamos. Quizás ese fue el detonante, el anonimato de la situación la liberaba.
Mi pregunta casi al azar para entablar una conversación fue despedida de mis labios.
-“¿ Y hace mucho que vive acá?”-.
Recibiendo una respuesta inmediata.
-“Si toda mi vida. Vivía con mi esposo y mis hijos aunque hace mucho ya que vivo sola. Soy viuda de mi marido y mis hijos emprendieron caminos en la capital”.
Esquivando el tema muerte pregunte por sus hijos.
-“¿Qué hacen sus hijos?, ¿La vienen a visitar?”.
En esa pregunta note un quiebre. Su mirada se centro en una rama agitada por el viento. Y me responde ...
-“Mi hijo menor me visita cada vez que puede, mi otro hijo ya no esta. Lo extraño mucho pero fue su decisión.”
Me quede congelado por el miedo que me dio la forma tétrica con la que entonó esas últimas palabras.
De otro modo hubiera pensado que se había ido a otro lugar, que había viajado o que se habían roto las relaciones entre ellos. Pero no. Mi mente pensó instantáneamente lo peor.
Como el tema floto suspendido en el aire y no quería quedarme con la duda, aunque ella dejo un silencio que me obligaba a preguntar mas, lancé mi pregunta encubierta en la que no quedaba mal parado pero la obligaba a contarme mas.
-“¿Se fue?”-, ya está, pensé. No fue tan difícil soltarlo.
-“Si, se fue a un lugar mejor. Él era muy bueno, no se porque eligió eso. Todos lo querían, yo lo quería””-
En ese instante no se me movía un pelo. La miraba fijamente y ella respondía contando mas.
-“Era profesor en la Universidad. Sus alumnos lo querían mucho. Era muy querido.
Defendía a sus alumnos por sobre todas las cosas, siempre y cuando el considerara que tenían razón”-.
Así durante los siguientes minutos me fue desmenuzando su personalidad, su vida.
Un hombre educado, de bien, muy capaz e inteligente, que había adquirido mucho conocimiento, quizás demasiado”-.
Como anécdota me decía Beba que él fue a varios psicólogos pero ninguno pudo analizar tal mente, ya que había conseguido conocimientos sobre sicología.
Ahora que me pongo a pensar, nadie fue capaz de salvarlo, ni siquiera la gente mas capacitada lo logró.
Es que nunca se puede saber que es lo que pasa por una mente. Su interior es solo conocido por la persona en la cual habita.
Algo que es cierto y muy comprobable era el sufrimiento que había terminado aquella noche y al mismo tiempo que había comenzado en ese mismo momento.
Como no me resistí tenia que saber como una persona tan culta había llevado a cabo tal echo macabro, nuevamente tuve que preguntar de encubierto como había sucedido. La mejor forma que encontré fue con un silencio que desencadeno la descripción de una situación propia de una película de terror.
-“Un día me llaman del lugar donde él dictaba clases para preguntarme si yo había visto a Javier, y respondí que no además de preguntar porque llamaban. Me respondieron que hacía dos días que no aparecía, que era para confirmar si estaba aquí, porque no lo podían ubicar. Negué que hubiera venido y dije que lo iba a localizar, que quizás se habría entretenido en las clases que también dictaba en un liceo.
Al despedirme de aquella funcionaria ya estaba intentando recordar el numero de ese liceo porque su número de celular nunca me lo dijo porque cambia muchas veces de número para que no lo molesten mucho sus alumnos ya que no tenía mucho tiempo de sobra.
Al no recordar el número lo busque en una agenda vieja que tengo con todos los teléfonos importantes. Cuando llamo pido para hablar con él y me dicen que no esta. Le pregunto si sabe como lo puedo ubicar y me esquiva la pregunta diciéndome que no sabe. Le pregunto con mas ímpetu explicándole las razones y expresándole que era yo, su madre. Me dijo que no me podía dar su número de celular que solo seguía órdenes. Desahuciada por la situación le dije que apenas sepa de él, me llame y le deje mi número.
A la noche llamé de nuevo pero no me atendió nadie entonces llamé a su hermano le explique y le dije que lo busque, me contesto que iba a pasar por su apartamento que el tenía una llave quizás estuviera ahí o había dejado alguna nota porque a veces compartían el apartamento. Mas tranquila me dispuse a dormir.
A la mañana siguiente me despiertan los golpes en la puerta. ¿Que raro?, pensaba mientras me vestía.
Si Javier tiene llave, se la habrá olvidado en Montevideo el que es tan despistado.
Luego de vestirme precariamente rápido escucho murmullos y me digo; Habrá venido acompañado, el siempre venía solo. Abro la puerta y me encuentro a su hermano y un amigo, y ahí me desespero y le pregunto; ¿Qué pasó? . ahí me abraza fuerte y llorando me dice se fue mamá. Se fue.
Inexplicable sensación la que sentí. Caí en un llanto desgarrador preguntando a donde se fue”-.
Hasta ese momento yo no había podido aportar mas que simples comentarios o asentir con palabras cortas en la conversación. Y Beba me seguía contando ...
-“Luego de un rato de llorar y llorar me explicó como se enteró. ”-.
Primero al ver que no contestaba su celular fue hasta el departamento. Cuando estaba frente a la puerta buscó las llaves y no las encontró, se las había olvidado. Golpeó sin esperanzas porque no se escuchaban ruidos desde el interior. En ese momento recordó que una vecina tenia la llave porque era muy olvidadizo y mas de una vez le pidió la copia a la vecina que siempre estaba allí. Al conseguirla procedieron juntos a entrar ya que la vecina aseguraba haberlo visto por ahí hacia no mas de dos días pero que después no tuvo mas noticias de él. Al abrir la puerta notaron que todo era normal, quizás un poco mas limpio de lo común. Entraron al pasillo, puerta del baño abierta y pasaron a la sala principal, nada fuera de lo común. Así siguieron recorriendo el dormitorio sin encontrar nada. Luego de un rato de investigación allí dentro, decidieron visitar el único lugar del apartamento donde no habían estado, la cocina. Él tantea la puerta y se encuentra con que esta trancada, busca las llaves pero estaban dentro de la cocina guardadas en un cajón de la mesada. Ya con ansias de entrar y entrando en un momento de desesperación embiste la puerta con todas sus fuerzas temiendo lo peor y logrando con ello zafar la puerta de su tranca.
Al entrar lo atrapa un olor muy fuerte, tanto que no se podía respirar con normalidad. Este olor provenía del gas de la garrafa que había sido vaciado en el aire. Al mirar las ventanas y los bordes de la puerta se encuentra con mucha cinta de embalar, una cinta gruesa tapando toda entrada o salida de aire, dejando totalmente aislado aquél ambiente. Se acerca hacia una de las ventanas para intentar ventilar el sitio, olfateando ya algo más que el simple olor a gas en el aire. Al dar dos pasos hacia delante queda atónito con lo que ve. Nunca alguien esta preparado para ver semejante imagen. Ve a su hermano tendido sobre un colchón, reposando de costado y con sus manos bajo su cabeza, en una posición casi comparable con la de un feto en el vientre de su madre. Corre hacia la ventana con la esperanza de limpiar el maldito aire. Luego de remover unos cuantos pedazos de cinta logra abrirla logrando con esto dejar entrar unos rayos de luz solar que ponen un color anaranjado a esta situación desesperante.
-“Nooo, ¡su piel!”-. No precisó tocarlo para darse cuenta que hace días yacía allí.
-“Me quedé perpleja al escuchar que mi hijo había preparado semejante siniestro. No podía entender, el dolor que sentía era inexplicable. ¿Porqué no me di cuenta que estaba mal?”-.
Bajo sus lentes, unos ojos rojos dejaban caer alguna gota de dolor. Yo desconcertado intentaba consolar diciendo que cada uno elige su destino, que no se sintiera culpable por lo que pasó, que no se sentiría cómodo aquí y que seguramente estaría en un lugar mejor. Algo que ni yo me creía.
Luego bajando un poco el nivel de alteración que sentía, me contó como fue el último día que lo había visto, había pasado algo que llamó su atención mientras el se marchaba. Luego de visitarla el fin de semana, siempre se despedía dándole un beso y cuando se había alejado lo suficiente como para llegar a la otra acera, se daba vuelta, la miraba de nuevo y la saludaba con la mano y una sonrisa. Ese no, no lo hizo. Le costo despedirse, decirle adiós.
Me cuenta Beba -“ También me llamo la atención que dos semanas antes había organizado una cena en un restaurante con todos sus alumnos a la cual no fue. ¡Organizó una cena y no fue!. No se sabe porque”.
Por un momento, en el medio de la conversación antes de que contara el final, se frenó y me dijo tomándome del brazo. -“ ¿Porque te cuento esto?, te estoy retrasando, además no debes tener ganas de escuchar el lamento de una vieja”-.
Yo podría haberla frenado sin tener que saber ese final que tanto me marcó. Ese que me hizo ver que el que sufre mas con una muerte así es el que esta a su lado.
Luego seguía agregando culpas a su espalda. Me afirmaba que todo había sido muy premeditado, a tal punto que semanas después limpiando encontraron sus últimas palabras escritas en una tabla de cocina.
En ella explicaba a quien dejaba cada cosa de valor material. Nada más.
Simplemente fue como escribir su testamento.
Luego de varios minutos de charlas había olvidado a mis amigos, los cuales con unos cuantos ruidos de puertas me recordaron que estaban ahí.
Al haberse desahogado se la veía mucho mas suelta, aquel momento en el que se saco los lentes y seco sus lagrimas con un pañuelo fue mucho mas que eso. Fue dejar parte del dolor, aunque sea por un momento, aunque sea ante un desconocido.
En nuestra despedida le doy un gran beso, como si se lo hubiera dado a mi madre, creo que ella lo siente y me dice, toma, llévate mi número quizás el año que viene vengan a vacacionar aquí.
Suerte con su alquiler y gracias por escuchar. Luego le dejo en palabras puras formalidades y me voy de la nada, como vine. Quizás no la vea más, quizás la haya ayudado, lo que se es que me abrió los ojos en mas de una cosa y yo quiero a mi madre.
......................................................................................_ José Ignacio G.C.
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